jueves, 12 de agosto de 2010

Miremos nuestro ombligo

No todo es como uno siempre quiere.
Es doloroso tener la guía que te dice que eso que queres, no lo vas a tener. Y si accede, aunque diga que Sí, su rostro de inaceptación se siente hasta Medio Oriente.
Yo quiero. Alguien no quiere. ¿Qué se hace ahora entonces?
Y vamos para adelante con todo.
Que por una vez no nos importe el otro, porque despues lo vamos a complacer de una u otra manera.

martes, 10 de agosto de 2010

Sueños irreales

Es raro ver cómo uno sufre una desesperada situación cuando lo filman, cuando lo ve un tercero de lejos, cuando le cuentan los movimientos que tuvo, acciones y gestos en el rostro. Es más horrible todavía cuando uno lo vive en carne propia.
Mi amiga Laura volvía de viaje. Esto fue hace años ya, pero lo recuerdo como si hubiera sido hoy a la mañana. Nos habíamos reunido con los chicos para darle una buena bienvenida: Crhis, Diego, Eze, y algunos más que ya ni recuerdo. La madre de ella nos pidió que entre todos sus amigos nos contactemos para recibirla. Entre risas, carcajadas brutales y chistes mutuos, apareció la enana. Pero estaba acompañada por un "fulano" que ni conocíamos y ella llevaba un bastón blanco en su mano izquierda. Desde lejos, donde todos la esperábamos, no entendíamos nada, y lentamente se acercaban esas dos personas.
En una distancia bien cercana la pudimos ver perfectamente. Con ayuda, se subió a una especie de escenario para mostrarse y notar cierta distancia y separación. Empezó a hablar de cómo estaba y, mientras continuaba con su discurso, la mayoría de nosotros, incluyéndome, quizá principalmente, comenzamos a derrochar lágrimas y llantos que se suporponían con lo que la petisa decía. Había perdido la vista en un accidente. Se quedo ciega y no saben cómo exactamente. Nos sentíamos, los que estábamos, todos muy mal: caras largas, seriedad, caras empapadas en lágrimas, ánimos por el suelo. Era una noticia abrumadora.
Tan solo me reconfortaba verla. Se veía muy optimista, con la frente en alto y con el futuro en su poder. Nadie sabía exactamente qué hacer, si hablarle o no, lo único que se nos ocurrió fue ir a saludarla, agarrarle su pequeña mano e intercambiar algunas palabras. Fue una de las cosas más duras que tuve que vivir. Me costo mucho ir a saludarla, no sé porqué, pero nada me impulsaba a ir hacia mi querida amiga. No dejaba de llorar como un marrano y nada me hacía sentir mejor, entonces me decidí y fui a saludarla para ver si mejoraba. A un paso lento, pie delante de pie, arrastrando las suelas de mis zapatos, llegué hacia ella. Le tomé la mano muy fuerte, dejé caer algunas gotitas de mis ojos en su manita y, de repente, me miró fijamente, sin saber quien era.


- A vos te estaba esperando gordo- dijo suavemente

- ¿Cómo sabías que era yo?

- Esas cosas uno las siente en el corazón


Sin poder creerlo, la abrasé lo más fuerte que pude. Me di la vuelta para volver con mis compañeros igual de devastados como yo. La fila para ir a saludarla seguía siendo larga.
En una de esas, Laura se paró, miró hacia los que la visitamos y dijo varias cosas. Entre las mas importantes, nos agradecía que las personas que más quería estuvieron presentes; y la otra, fue que nunca perdió la vista, sino que sentía la extrema necesidad de saber con quien podía contar, de corazón, en un futuro porque sufría de una espantosa depresión.
Todos fueron desesperados hacia ella. Llenos de alegría y desesperación agradecían que estuviera en perfectas condiciones físicas. Yo no podía ni creelo. De un momento a otro, una situación tremendamente difícil se transformó en diversión y festejos. Y todo porque la nena sufre de depresión extrema. Yo también cambié de actitud. No quería verla mas, y carajearla por la manera en que me hizo vivir un momento trágico. Los peores y mas largos minutos de mi entera vida. Seguía sin entenderlo. Estaba alejado de todos con sus sonrisas deslumbrantes y yo no me atrevía siquiera a verla a los ojos. ¿Cuál era la necesidad de hacer ese tipo de cosas? ¿Solamente para ver quienes eran las personas en que verdaderamente podía confiar? No vale la pena sufrir tanto para comprobar semejante cosa.
En la esquina, con una silla igual de solitaria que yo, me puse a pensar y pensar. No dejaba de intentar entender por qué hizo eso. De repente, en mi profunda reflexión, se aparece ella. Sus palabras querían conmoverme, pero no podían. Y no podían porque ni siquiera la estaba escuchando. Al ver que el color de sus ojos volvió a la normalidad, al notar que era otra persona diferente con la que antes había hablado tres palabras, ese sentimiento desagradable desapareció. En lo más profundo de mi ser quería que estuviera bien, y cuando lo note completamente fui casi tan feliz como ella al darse cuenta que tenía muchas amigos que la querían increíblemente. El abrazo de felicidad de esa amiga fue desesperado y emocionante, ninguno que tuve con otros amigos se le parecía en lo mas mínimo.
Y eso fue una de las cosas más impresionantes que me pasó esta mañana. Al despertar, claramente, me di cuenta de que todo eso lo soñé anoche. Pero me emocionó tanto ver lo qué sentía por una amiga muy querida que hace mucho que ya no veo, que decidí escribirlo sin molestia.